sábado, 11 de febrero de 2012

FUENTES Nº 4


FUENTES:

 Las mujeres escogidas en el Tahuantisuyu


"El poder estatal, que se había arrogado todas las facultades al mismo tiempo, que tomaba hogares y a veces ayllus íntegros para convertirlos en yanas (indígenas de servicio personal), también levaba muchachas para concentrarlas en unos edificios singulares para entrenarlas y tecnificarlas en manufacturas que beneficiaran al Estado. A éstas se las denominaba acllacuna" (o acllas, castellanizado). pppAclla es una voz quechua que vertida al español quiere decir muchacha escogida o seleccionada, pero no tanto por su belleza como engañaba la propaganda oficial del grupo de poder cusqueño, sino por su vocación artesanal en el tejido. Se las reclutaba mediante dos procedimientos: 1º como tributo a que estaban constreñidas las etnias o nacionalidades que componían el Tahuantinsuyu, en cuyas circunstancias se prefería a las chicas mejor dotadas, las mejor parecidas de la familia y de la comarca y 2º por entrega o "donación" que hacían al Estado sus propios padres, por lo común grandes jefes y hasta por el mismo Zapa Inca, desprendiéndose de una o más de sus hijas para ser encerradas en el acllahuasi (casa de las escogidas), institución aureolada con la fama convencional de ser magníficos centros de aprendizaje de refinados conocimientos culinarios y textiles...   ...Allí permanecían enclaustradas hasta llegar a la adolescencia bajo la tutela del Estado, educadas por las acllas mayores de edad que recibían el título de mamaconas (señoras madres). Los acllahuasis, en consecuencia no eran establecimientos monjiles, sino talleres textiles de cuyo trabajo se aprovechaba el Estado, el cual las compensaba facilitándoles alimentos, bebida, vestidos, joyas y aposentos con habitaciones muy confortables".

Espinoza Soriano, Waldemar, Los Incas. Economía sociedad y Estado en la era del Tahuantinsuyu, Ed. Amaru, Peru, 1990. P. 212 - 213

Los Incas: Tributo y reciprocidad


"El tributo se integra en el sistema de reciprocidad: los campesinos cultivan la tierra del Inca a cambio del derecho de usar la tierra comunitaria; por lo mismo, como contraprestación por el derecho a disponer de la lana (o algodón) de la comunidad, trabajan la lana del Inca. Por otra parte, estos deberes no resultan solamente de las concepciones acerca de la propiedad universal del Inca; este, hijo del sol, transmite también a sus sujetos una protección divina, asegura el orden de la sociedad y ofrece favores y recompensas. En especial, la generosidad del Inca asegura el mantenimiento de los campesinos viejos y enfermos, incapaces para el trabajo. En tiempos de hambre redistribuyen a las comunidades las reservas de sus graneros. Los campesinos tienen así, el sentimiento de participar en el consumo de los productos que entregan a título de tributo. El curaca desempeña a escala reducida un papel análogo. De hecho, las obligaciones frente al Inca parecen una extensión de las obligaciones frente al Curaca, como si el Imperio se hubiese constituido calcando sus instituciones sobre las instituciones preexistentes"

Wachtel, Nathan, Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530 -1570), Ed. Alianza, Madrid, 1976. P. 110

Protección y autoridad de la mujer en la colonia


"El equilibrio de las implicaciones negativas y positivas del concepto legal de protección, dio a la mujer colonial un considerable grado de libertad y autoridad, que podía compararse favorablemente con la mujer de otras culturas durante el mismo período. El sistema, sin embargo, no concedía a la mujer la máxima libertad: la de permitir a la mujer divorciarse de su marido, pero esto estaba en consonancia con la tradición cristiana occidental. La Iglesia católica sólo permitió la separación matrimonial bajo circunstancias extremas tales como adulterio consuetudinario y público por parte del marido, abusos físicos durante largo tiempo o abandono del hogar. Debido a la complicación de los tramites, las dificultades económicas que todo ello implicaba y la vergüenza social que producía, no había muchas mujeres dispuesta a seguir el proceso de un divorcio y muchas de ellas optaban simplemente por tratar de conseguir un cambio en el comportamiento de sus maridos. La gran mayoría de las mujeres permanecieron casadas durante el resto de su vida cumpliendo sus funciones como madres y esposas"

Bethel, Leslie (Ed), Historia de América Latina, Ed. Critica, Barcelona, 1990. Tomo IV. P. 115



 El conquistador y la monarquía


"Un otro elemento de definición fundamental en el conquistador es su fidelidad a la monarquía. Su lealtad es permanente, constantes no sólo en sus compromisos, sino consciente de que los premios y recompensas eran obtenidos a través del monarca, tanto en la España peninsular como en la ultramarina: tierras y encomiendas, puestos en la administración eran concedidas, en gran medida y cantidad, por el rey a los conquistadores y sus descendientes en razón de sus servicios al Estado. Así el conquistador, desde el jefe al menor de la hueste, actúan al servicio de Dios y de Su Majestad".pppEl quebranto a esta lealtad se califica como rebelión, de crimen de lesa majestad. El poder real nunca se cuestiona, aunque se critiquen las directrices políticas (...) Esta fidelidad al monarca, incuestionable e incuestionada, no se equipara en una integérrima lealtad de los capitanes con sus jefes. Existe una desmedida ansia de poder, provocando a veces una lucha por la dirección de la empresa o por desgajarse de ella encabezándo secesiones: actitudes que favorece la enormidad del espacio geográfico americano abarcado por la acción de estas huestes" "

De Solano, Francisco, Et. Al, Proceso histórico al conquistador, Ed. Alianza, Madrid, 1988. P. 32


Tributo en oro exigido a los indígenas


"Tornemos a decir que en obra de 20 días vinieron todos los principales que Montesuma había enviado a cobrar los tributos del oro que dicho tengo, y así como vinieron envió a llamar a Cortés y a nuestros capitanes, y a ciertos soldados que conocía, que éramos de la guarda, y dijo estas palabras formales, u otras como ellas: Hágaoos saber, señor Malinche y señores capitanes y soldados, que a vuestro gran rey yo les soy encargo, y le tengo buena voluntad, así por ser tan gran señor como por haber enviado de tan lejanas tierras a saber de mí, y lo que más me pone el pensamiento es que él ha de ser el que nos ha de señoriar, según nuestros antepasados nos han dicho, y aun nuestros dioses nos dan a entender por las respuestas que de ellos tenemos. Toma ese oro que se ha recogido; por ser de prisa no se trae más. Lo que yo tengo aparejado para el emperador es todo el tesoro que he habido de mi padre y que esta en vuestro poder y aposentos; que bien se que luego que aquí viniste habriste la casa y lo mirásteis todo y la tornásteis a cerrar como antes estaba""

Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Ed. Porrua, México, 1960, Tomo I, Cap. CIV, P. 322


Torturas para obtener la confesión indígena


" Y colgándolos en alto a manera de tormento de garrucha con piedras de dos y tres arrovas a los pies, y allí colgados dándoles muchos azotes hasta que les corría mucha sangre por las espaldas y piernas hasta el suelo; y sobre estos los pringaban, como se acostumbran hacer a negros y esclavos, con candelas de cera encendidas o derritiendo sobre sus carnes la cera de ella (...) y los pobres indios flacos y miserables, biendose tan afligidos y maltratados, medrosos y desatinados de los dichos tormentos, confesaron desatinos, cosa que no habían hecho ni pensado hacer, diciendo que eran idolatras, y que tenían cantidad de ídolos y que habían sacrificado muchas personas humanas (...) siendo todo mentira y falsedad he dicho de miedo y por la aflixion que se les hacia."

Carta de don Diego Rodríguez Bibanco, defensor de los indios, al rey Don Felipe II, suplicándole se dignara expulsar de las indias a los frailes de la orden de San Francisco. Mérida, Marzo de 1563. En Cartas de Indias; Biblioteca de autores españoles, Madrid, 1974. P. 343

No hay comentarios:

Publicar un comentario