FUENTES:
Las mujeres escogidas en el Tahuantisuyu
"El poder estatal, que se había arrogado todas
las facultades al mismo tiempo, que tomaba hogares y a veces ayllus íntegros
para convertirlos en yanas (indígenas de servicio personal), también levaba
muchachas para concentrarlas en unos edificios singulares para entrenarlas y
tecnificarlas en manufacturas que beneficiaran al Estado. A éstas se las
denominaba acllacuna" (o acllas, castellanizado). pppAclla es una voz
quechua que vertida al español quiere decir muchacha escogida o seleccionada,
pero no tanto por su belleza como engañaba la propaganda oficial del grupo de
poder cusqueño, sino por su vocación artesanal en el tejido. Se las reclutaba
mediante dos procedimientos: 1º como tributo a que estaban constreñidas las
etnias o nacionalidades que componían el Tahuantinsuyu, en cuyas circunstancias
se prefería a las chicas mejor dotadas, las mejor parecidas de la familia y de
la comarca y 2º por entrega o "donación" que hacían al Estado sus
propios padres, por lo común grandes jefes y hasta por el mismo Zapa Inca,
desprendiéndose de una o más de sus hijas para ser encerradas en el acllahuasi
(casa de las escogidas), institución aureolada con la fama convencional de ser
magníficos centros de aprendizaje de refinados conocimientos culinarios y
textiles... ...Allí permanecían
enclaustradas hasta llegar a la adolescencia bajo la tutela del Estado,
educadas por las acllas mayores de edad que recibían el título de mamaconas
(señoras madres). Los acllahuasis, en consecuencia no eran establecimientos
monjiles, sino talleres textiles de cuyo trabajo se aprovechaba el Estado, el
cual las compensaba facilitándoles alimentos, bebida, vestidos, joyas y
aposentos con habitaciones muy confortables".
Espinoza Soriano, Waldemar, Los Incas. Economía
sociedad y Estado en la era del Tahuantinsuyu, Ed. Amaru, Peru, 1990. P. 212 -
213
Los Incas:
Tributo y reciprocidad
"El tributo se integra en el sistema de
reciprocidad: los campesinos cultivan la tierra del Inca a cambio del derecho
de usar la tierra comunitaria; por lo mismo, como contraprestación por el
derecho a disponer de la lana (o algodón) de la comunidad, trabajan la lana del
Inca. Por otra parte, estos deberes no resultan solamente de las concepciones
acerca de la propiedad universal del Inca; este, hijo del sol, transmite
también a sus sujetos una protección divina, asegura el orden de la sociedad y
ofrece favores y recompensas. En especial, la generosidad del Inca asegura el
mantenimiento de los campesinos viejos y enfermos, incapaces para el trabajo.
En tiempos de hambre redistribuyen a las comunidades las reservas de sus
graneros. Los campesinos tienen así, el sentimiento de participar en el consumo
de los productos que entregan a título de tributo. El curaca desempeña a escala
reducida un papel análogo. De hecho, las obligaciones frente al Inca parecen
una extensión de las obligaciones frente al Curaca, como si el Imperio se
hubiese constituido calcando sus instituciones sobre las instituciones
preexistentes"
Wachtel, Nathan, Los vencidos. Los indios del Perú
frente a la conquista española (1530 -1570), Ed. Alianza, Madrid, 1976. P. 110
Protección y
autoridad de la mujer en la colonia
"El equilibrio de las implicaciones negativas
y positivas del concepto legal de protección, dio a la mujer colonial un
considerable grado de libertad y autoridad, que podía compararse favorablemente
con la mujer de otras culturas durante el mismo período. El sistema, sin
embargo, no concedía a la mujer la máxima libertad: la de permitir a la mujer
divorciarse de su marido, pero esto estaba en consonancia con la tradición
cristiana occidental. La Iglesia
católica sólo permitió la separación matrimonial bajo circunstancias extremas
tales como adulterio consuetudinario y público por parte del marido, abusos
físicos durante largo tiempo o abandono del hogar. Debido a la complicación de
los tramites, las dificultades económicas que todo ello implicaba y la
vergüenza social que producía, no había muchas mujeres dispuesta a seguir el
proceso de un divorcio y muchas de ellas optaban simplemente por tratar de
conseguir un cambio en el comportamiento de sus maridos. La gran mayoría de las
mujeres permanecieron casadas durante el resto de su vida cumpliendo sus
funciones como madres y esposas"
Bethel, Leslie (Ed), Historia de América Latina,
Ed. Critica, Barcelona, 1990. Tomo IV. P. 115
El conquistador y la monarquía
"Un otro elemento de definición fundamental en
el conquistador es su fidelidad a la monarquía. Su lealtad es permanente,
constantes no sólo en sus compromisos, sino consciente de que los premios y
recompensas eran obtenidos a través del monarca, tanto en la España peninsular como en
la ultramarina: tierras y encomiendas, puestos en la administración eran
concedidas, en gran medida y cantidad, por el rey a los conquistadores y sus
descendientes en razón de sus servicios al Estado. Así el conquistador, desde
el jefe al menor de la hueste, actúan al servicio de Dios y de Su
Majestad".pppEl quebranto a esta lealtad se califica como rebelión, de
crimen de lesa majestad. El poder real nunca se cuestiona, aunque se critiquen
las directrices políticas (...) Esta fidelidad al monarca, incuestionable e
incuestionada, no se equipara en una integérrima lealtad de los capitanes con
sus jefes. Existe una desmedida ansia de poder, provocando a veces una lucha
por la dirección de la empresa o por desgajarse de ella encabezándo secesiones:
actitudes que favorece la enormidad del espacio geográfico americano abarcado
por la acción de estas huestes" "
De Solano, Francisco, Et. Al, Proceso histórico al
conquistador, Ed. Alianza, Madrid, 1988. P. 32
Tributo en
oro exigido a los indígenas
"Tornemos a decir que en obra de 20 días
vinieron todos los principales que Montesuma había enviado a cobrar los
tributos del oro que dicho tengo, y así como vinieron envió a llamar a Cortés y
a nuestros capitanes, y a ciertos soldados que conocía, que éramos de la
guarda, y dijo estas palabras formales, u otras como ellas: Hágaoos saber,
señor Malinche y señores capitanes y soldados, que a vuestro gran rey yo les
soy encargo, y le tengo buena voluntad, así por ser tan gran señor como por
haber enviado de tan lejanas tierras a saber de mí, y lo que más me pone el
pensamiento es que él ha de ser el que nos ha de señoriar, según nuestros
antepasados nos han dicho, y aun nuestros dioses nos dan a entender por las
respuestas que de ellos tenemos. Toma ese oro que se ha recogido; por ser de
prisa no se trae más. Lo que yo tengo aparejado para el emperador es todo el
tesoro que he habido de mi padre y que esta en vuestro poder y aposentos; que
bien se que luego que aquí viniste habriste la casa y lo mirásteis todo y la
tornásteis a cerrar como antes estaba""
Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la
conquista de la Nueva
España , Ed. Porrua, México, 1960, Tomo I, Cap. CIV, P. 322
Torturas para
obtener la confesión indígena
" Y colgándolos en alto a manera de tormento
de garrucha con piedras de dos y tres arrovas a los pies, y allí colgados
dándoles muchos azotes hasta que les corría mucha sangre por las espaldas y
piernas hasta el suelo; y sobre estos los pringaban, como se acostumbran hacer
a negros y esclavos, con candelas de cera encendidas o derritiendo sobre sus
carnes la cera de ella (...) y los pobres indios flacos y miserables, biendose
tan afligidos y maltratados, medrosos y desatinados de los dichos tormentos,
confesaron desatinos, cosa que no habían hecho ni pensado hacer, diciendo que
eran idolatras, y que tenían cantidad de ídolos y que habían sacrificado muchas
personas humanas (...) siendo todo mentira y falsedad he dicho de miedo y por
la aflixion que se les hacia."
Carta de don Diego Rodríguez Bibanco, defensor de
los indios, al rey Don Felipe II, suplicándole se dignara expulsar de las
indias a los frailes de la orden de San Francisco. Mérida, Marzo de 1563. En
Cartas de Indias; Biblioteca de autores españoles, Madrid, 1974. P. 343
No hay comentarios:
Publicar un comentario